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DIARIO DE UNA COMEDIANTA 13

los motivos dorados de la catedral de Kasan, que es una maravilla. Hasta me veo precisada a dar un rodeo para ir a comprar una sombrilla.

Repentinamente, la decoración cambia como bajo la acción de una varita mágica. En vez de los pacíficos transeuntes de hace un momento, hay personas inquietas, mujeres que hablan en voz baja y que buscan noticias...

Un tropel de caballos se oye acercarse al ga- lope. Todos escapan.

Son los cosacos,

¿Por qué?

¿Dónde están los manifestantes? ¿En qué di- rección?

La tromba de los dragones pasa siniestra. La circulación queda interrumpida. Tranvías recar- gados de gente estorban la entrada de las vías adyacentes.

Mi auto intenta pasar. Dichosamente, dos oficiales que tal vez me reconocen, lo escol- tan hasta la Kaniouchnaia. Sin eso nunca habría llegado.

Entro al Teatro Miguel un poco emocionada.

En este barrio no hubo tumulto. Escúchase con incredulidad el relato de mis emociones.

—Todo se arreglará, esto no es nada—me dicen.

Protesto, porque no es tal mi opinión. Oigo hablar a las mujeres. El pueblo odia a los ricos