DIARIO DE UNA COMEDIANTA 105
sel, que nos disuade para que no pidamos tarje- tas de salida.
—Además—añade—, ya no se puede salir de Petrogrado. Acaban de avisarnos por teléfono que el tren que debía partir ahora fué detenido por orden de los bolcheviques.
Lo mejor es poner a mal tiempo buena cara, y esperar los acontecimientos.
Para ayudarnos, el general nos pone en rela- ción con el capitán Lelasseux, muy amable, y que está .al frente de una cooperativa francesa, excelentemente organizada, si se tiene en cuenta las complicaciones de la vida y la carestía de todo.
El capitán pone a mi disposición provisiones de galletas y latas de mono para un mes.
Esto me asegurará la vida, una vida bien di- ferente de la que he llevado. Creo que la hora de la resignación ha venido.
A 1.2 de Marzo.
Las Embajadas salieron ayer de Petrogrado.
Creo que lo único francés que aquí queda con carácter oficial es la Misión militar y los come- diantes del Teatro Miguel.
Mis compañeros me encargaron la comisión de obtener de Lunacharsky una autorización por escrito con el objeto de recibir inmediatamente el visto bueno de nuestros pasaportes, lo cual
