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abel

dulce, un bienestar tan profundo, que de buena gana no la hubiera soltado nunca.

—Ya me habia hablado de Ud., me dijo con voz encantadora.

— Quién, señora? pued balbucear.

—Mi maestro, i su amigo que está presente, mi amado Abel.

Yo hubiera simplemente desaparecido del número de los vivientes, si hubiese estado en mí al escuchar esto último. Ademas de la confusion que aun traia en mis ideas semejante relacion, se revolvieron en mi ser celos desconocidos, a pesar de haberlos sentido tan crueles.

—Ah! dije para mi capote, que bien acerté el primer momento, i qué necio he sido en no aborrecerlo desde el principio!

La impresion fué tan enérjíca, que es mui posible que todo esto saliese a mi semblante, pues, mirándome con aire compasivo Eva, i teniéndome su mano

—Hace Ud. mui mal en pensar de esa manera, me dijo. Pero yo le curaré a Ud. i estoi cierta, que Ud. amará como yo, a mi querido maestro.

—Esto de amado como Ud. no lo entenderé jamas......se me escapó decir.

—Sí, dijo ella frunciendo el seño, como yo......