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la noche

tras del Sol en el horizonte, i de una tercera que acababa de alzarse por el oriente.

No es gracia ninguna ser astrónomo en presencia del cielo en Júpiter.

Si en la tarde quedé absorto mirando la tierra, el comienzo de la noche fijó mi alma en los espacios.

Así, suspenso, espantado, humillado, anonadado, delante de ese espectáculo de grandeza sideral, habria pasado toda la noche, si no hubiese sobrevenido algo, tan estraño e inesperado, como todo lo que me habia pasado ántes.

XXII
ABEL.

U

na voz conocida díjome al oido:

—I bien, mi amigo; ¿ha aprovechado Ud. el tiempo, i pensado en qué punto de la escala de la invisibilidad se encuentra?

Torné rápidamente la cabeza i ví a mi amigo, mi desaparecido, en compania de otra persona, cuya presencia fué bastante por sí sola para enmudecer mi lengua i penetrar mi espíritu de una confusion indescriptible e incomprensible.

Era la hermosa Eva, mas hermosa, todavía, mas bella aun, flotando en el espacio con majestad i gracia.