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nuevos percances

I en seguida, ámbos desaparecieron.

Esto i las palabras últimas, me hicieron impresion estraña.

XIX
DESDE ARRIBA.

A

provechando la facultad de suspenderme i transportarme al traves de las altas rejiones atmosféricas, quise cernerme sobre Babilonia. Así, abarcando de un golpe un panorama inmenso, seria dueño de una situacion soberbia, i talvez, podria reconocer el bulevar donde se hallaba el palacio de Nemrod, sin necesidad de ajena indicacion. Suspendido en los aires, a 1000 metros próximamente sobre el suelo, torné mis miradas al rededor de un horizonte cuya superficie era mas de veinte veces mayor que lo posible en la tierra en iguales condiciones.

Babilonia, no era una ciudad, tal como nosotros lo entendemos. Era un centro inmenso, un nudo que ataba centenares de hermosas rutas que a partir de ella, se estendian en todas direcciones, rodeada de frondosos árboles i sembradas de lindas habitaciones con plantíos i jardines interiores. El campo, excesivamente dividido por hileras de árboles, o por la sola diferencia del cultivo, presentaba el conjunto de un verjel de dimenciones exorbitantes. Por el medio i a lo largo de las inmensas caalles o caminoa, se estendian construc-