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ismael

de un equilibrio i exactitud no ménos admirable. Por uno de esos movimientos involuntarios de que no sé darme cuenta, me acerqué suficientemente a un paisaje que representaba una aurora en Júpiter. El sol aparecia con un diámetro de un quinto próximamente del nuestro, i repartia una luz suave i hermosa sobre una campiña de bellísimos accidentes. Mas arriba del Sol, en el fondo de cielo, se veian dos hermosas lunas de las cuatro con que cuenta aquel soberbio planeta.

El encanto del paisaje no fué lo que mas atrajo mi atencion, sino el convencimiento de ser verdaderas fotografías de colores, de tamaño natural, tal como se presentaria en la naturaleza un pais visto al traves de una ventana contenida por el marco del cuadro. Entónces vine en cuenta, que todo lo que habia visto en pinturas, no eran tales, sino fotografías ejecutadas con un arte admirable, i elejidos los puntos de mira i los juegos de luces con una ciencia estraordinaria i alumbradas de un modo especial. Yo tenia la conciencia de que tales fotografías encerraban una doble imájen, superpuesta la una a la otra de un modo desconocido, pero cuyo efecto era el del estereóscopo a dos imájenes, es decir la realidad misma.

—Lo que es esto, no lo imajinan en la Tierra, dijo uno de los que salian en companía nuestra, Todo lo mas que se ha obtenido en las mas minuciosas observaciones, es la fotografía primitiva nuestra, la de nuestros abuelos, a dos colores, i,