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no me entiendo

ba por el telescopio, en que un astrónomo i yo mirábamos al mismo tiempo por el ocular. Pero entónces yo no me veia a mí mismo, i el fenómeno dejó de serme tan estraño como en esta vez en que tuve ocasion de verlo en otro. En efecto Ada, en uno de sus graciosos movimientos en presencia de la obra de Abel, dió un paso hácia atras, i penetró en mi nuevo amigo, como en una atmósfera de aire, i yo, que tenia la facultad de ver a ámbos, tuve ocasion de verificar el hecho, de percibir claro a aquel de los dos en que fijaba mi atencion de preferencia. Así mirando a Ada, se me presentaba límpida i sin ninguna nube, i desaparecia de mis ojos todo estorbo; mientras que haciendo igual cosa con mi hombre, parecia enteramente opaco i bien diseñado, viéndose únicamente de la jóven, aquellos puntos de su traje que no alcanzaban a ser encerrados por la persona de su ocultador momentáneo.

Yo comprendí que el fenómeno era mas curioso para observado que para practicado por uno mismo, pues yo no sentia nada absolutamente cuando se me penetraba en cualquier sentido.

Todo esto era sin duda mui estraño i capaz de confundir a cualquiera, pero mas estraño aun me pareció la circunstancia de que cuando yo, dejándome llevar de no sé que malos instintos, tuve la temeridad de abrazar a las dos jóvenes, sentí completamente la limitacion de sus personas sin ser penetrado ni sentido por ellas. Noté, entónces, que