encontrar fastidioso, i yo no sabia qué pensar de su sabiduría i paciencia, para recordar tales simplezas, cuando Eva, continuando, dijo:
—El pobre Abel hace todo esto en sus horas perdidas...
Este nombre me hizo saltar; yo sentia que me era conocido. Pero, no sabia, no podia recordar quien era. Hice un esfuerzo estraordinario por traer a mi memoria algo vago e indefinido que parecia cruzar por ella. Me pasé la mano por la frente i la sentí quemante: mi corazon latia con violencia, e involuntariamente dije:—¡Qué martirio!
—¿I por qué tanto martirio, amigo mio? me dijo al oido una voz clara, serena i varonil.
Volví rápidamente la cabeza i ví con gran sorpresa un jóven elegante i esbelto, con una fisonomía tan intelijente como bella i bondadosa.
—¿Cómo sabeis, le dije,que yo soi yo, cuando soi intanjible e invisible?
—Porque yo tambien lo soi, me contestó.
Apesar de su belleza, me habia sido antipático el aparecido creyendo fuese Abel; mas el hecho de hallarse en las mismas circunstancias de invisibilidad que yo, desvaneció mis temores.