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ella i yo

Luego miró sonriendo a Eva i dirijiéndose a mí en seguida, continuó:

—Ha pensado Ud. que ama ya el progreso ¿no es verdad?

Yo hice una señal de asentimiento.

—Pues Ud. se equivoca amigo mio. Es amor a nuestros aspectos personales i nada mas.

Un movimiento íntimo involuntario de mi espíritu, confirmó esa verdad.

—Pues bien, dijo Ella, repitiendo con intencion lo que acababa de decir, toda verdad debe ser vivida para ser comprendida.

Hizo a continuacion un lijero ademan que Eva pareció comprender, pues, con una espresíon mui particular, i como obedeciendo a una órden, se desvanecíó subitamente en la atmósfera.

XXIX.
LOS MISMOS.

S

i la desaparicion de Eva hubiera tenido lugar algunos momentos ántes de haber llegado Ella, es indudable que me habría parecido el suceso mas desgraciado i terrible. Ah! esa solo idea, habria bastado para aflijir mi espíritu i oprimir mi corazon fuera de toda medida.

Pero, mi admiracion fué grande, cuando, a pe-