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ella

una confusion inesplicable, indecible, sin precedentes. Cuanto habia pasado, cuanto había visto i sentido, todo desapareció instantáneamente ante la mas sorprendente i estraña de las apariciones!

XXVII.
ES UN SUEÑO.

I

esa mujer me sonreía dulcemente, entrelazando sus brazos con los de Eva, a cuyo lado ésta pareció palidecer en belleza.

Yo la conocia indudablemente; pero ¿quién era que tanta influencia podia ejercer sobre mí con su sola presencia?

No era la simpática i risueña Ada, a, quien conocí por vez primera en compañía de Eva en el salon de observaciones sobre el planeta Tierra.

Yo recordaba perfectamente, que desde el momento de mi despertar en la campiña de Babilonia, no habia visto ninguna mujer que por su belleza, me llamase tanto la atencion como Eva, i ella i su amiga eran las únicas que habían hecho en mi espíritu una impresion duradera.

Sin embargo, aquella hermosísima jóven que ahora de súbito, venia a terciar en nuestras relaciones con Eva apagando su esplendorosa belleza i produciendo en mi ánimo tan profunda i dulce confusion, me era perfectamente conocida.