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versación de ese grupo de señoras que char- lan, pluma en mano, a través de la distancia, consolándose en sus desgracias, consultán- dose en sus conflictos, auxiliándose y con- fortándose en sus dificultades y penurias. Forman esa pléyade de damas porteñas, re- presentativas de nuestra sociedad distinguida y culta, en una época ya alejada de la actual casi por 80 años : María Gómez de Calzadilla, Justa Foguet de Sánchez, Pilar Spano de Guido, Candelaria Somellera y algunas otras. Sorprendamos su deliciosa charla. Justa Fo- guet de Sánchez, que nos ha dejado su auto- retrato en estas breves líneas: « Siempre quie- ro con exceso, y, por desgracia, aborrezco casi del mismo modo >»; es, por este rasgo de carácter, la que más se asemeja a doña Mari- quita, quien ha escrito una vez sobre sí mis- ma: «Sabes que todo siento con velemen- cia. » En lo que ambas difieren, si hemos de creer a la primera, es en la maestría para ejer- cer el papel de consolatrix afilictorum :