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período quizá más interesante en la existen- cia de nuestra dama. La senda de la vida, an- tes para ella despejada y engalanada, a uno y otro lado del trayecto, por huertos florecidos y rientes panoramas, había comenzado, de tiempo atrás, a volverse abrupta y espinosa. A partir le su éxodo tórnasele dolorosa vía crucis, sembrada de estrecheces, privaciones, sobresaltos y penas de todo linaje y magni- tud, desde las incomodidades materiales, más duras para aquél que ha nadado siempre en la abundancia y la riqueza — « ¡estoy can- sada de vivir entre humedades y ratones! » dirá en cierta ocasión — hasta la angustiosa incertidumbre por la suerte del hijo, que se encuentra en el ejército libertador, expuesto a las terribles contingencias de una guerra sin cuartel: — « ¡qué penas tenemos las ma- dres, hijo mío! » exclamará en otra oportuni- dad. — Todo lo soporta, sin embargo, doña María Sánchez, con el ánimo entero de la mu- jer fuerte, hallando todavía en su bello ca-