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plena edad virreinal, sólo se abrían para reu- niones acompasadas y ceremoniosas, para vi- sitas de personajes encorbatados : tiesos oido- res de la Real audiencia, solemnes regidores del Cabildo, graves canónigos magistrales, que acudía. allí a comentar los emocionantes acontecimientos europeos, o la apetitosa chis- mografía Ilngareña, mientras jugaban la so- segada partida de malilla o paladeaban el espumoso y fragante chocolate, — transfor- móse en una animada mansión mundana y en una suerte de club o salón político, centro de información noticiosa y foco, siempre en- cendido, de actividad pública, por el cual des- filaría, en el transcurso de varias décadas, la mayor parte de los personajes políticos en ac- tividad o disponibilidad. ¿Queréis conocer el salón intelectual de María Sánchez de Thom- pson pintado por la pluma brillante de un his- toriador argentino que, si no conoció a la dama en aquellos tiempos, alcanzó a tratarla posteriormente? He aquí ese cuadro, movido
