paseo involuntario; cerrándose el acto con una escena movida, de un efecto teatral infa- lible: ha legado el momento de la ceremonia nupcial y va a atarse para siempre el lazo in- disoluble — grillete en este caso — entre María Sánchez y «el novio aparejado por los padres », como le llama el documento citado; cuando, de pronto, ¡oh inesperada sorpresa! preséntase en la casa un ministro togado a explorar la voluntad de la interesada, por or- den del mismísimo virrey, a quien ella ha es- crito con tal objeto. Es fácil de imaginar el cuadro que se sigue, cuando la novia manifies- ta al oficial público su intención de casarse con Thompson: la indignación dolorida de los padres, el despecho del desairado preten- diente, petrificado en estatua como el don Bártolo rossiniano, y el revolver de ojos y ri- sas sofocadas de la negra servidumbre criolla que, por de contado, hace causa común con la amita y el novio americanos contra el amo y
el novio peninsulares. Al comenzar el acto