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en el álbum de tal o cual dama amiga o sim- plemente conocida. ¿Por quién podían ser inspiradas y a quién podían ser dirigidas, que no fuera su dulce y abnegada compañera, expresiones tan castamente tiernas y tan im- pregnadas de un puro y santo cariño, como

las siguientes ?

He soñado con la Beatriz desconocida, y he creído un día besar sobre una frente de mujer la pureza ideal de su alma!...

La mujer, ángel de castos favores, debe refres- car bajo sus alas esas frentes calenturientas y soñadoras...

Prefiero, a los bienes con que se embriaga el orgullo del soldado y del rey, la sombra que haces sobre mi libro cuando tu frente se inclina sobre mí.

Dios puso al cielo muy lejos y a la mujer muy cerca y supo bien lo que hizo. Déjame mirar en tus ojos y en tu alma. Cuando tu corazón levanta sus castos velos, se muestra tan lleno de estrellas co- mo el cielo.

El don supremo es la ternura del corazón, y