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de casa, en el cual, después de solicitar su beneplácito para asistir al recibo del próxi- mo lunes en compañía de Monsieur White cumple con el deber de advertir a la dama que, no obstante su apellido británico y signi- ticativo por añadidura, sólo el alma de Mon- sieur White es enteramente blanca pues el célebre a tista es cubano y... mulato. Otro día es el afamado concertista Alfredo Napoleón o la prodigiosa maga del arpa Clotilde Cerdá y Bosch, conocida en el mundo lírico con el nombre sonoro de Esmeralda Cervantes, en mérito de haber sido así bautizada por el poeta Víctor Hugo, quele dió el onomástico, y la rei- na Isabel JT, que le puso el apellido. La famosa arpista electriza a los que la escuchan arran- cando a su instrumento, con sus ágiles manos aladas, torrentosas cascadas de notas cris- talinas o estupendos acordes vibrantes de pa- sión que el público premia con aplauso entu- siasta y el presidente recompensa igualmente a su modo poniendo en manos de Esmeralda
