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VI

Hemos dicho que la casa y salones de A ve- llaneda desempeñaron en el país a modo de una función orgánica. Cúmplenos ahora es- tudiar la anatomía y la fisiología del órgano, o, para decirlo en términos más llanos, hacer ver un poco el interior de ese hogar y mos- trarlo en sus activididades político-sociales. Conocemos ya la situación de la casa, pues esta no es otra que aquella vasta casona de la cual salía para ir hasta su quinta de Barracas

un gran ministro de Sarmiento. El doctor Juan M. Garro, editor y biógrafo de Avellaneda, corrobora esta idea agre- gando otra razón : las numerosas simpatías personales y valiosísimas amistades que supo granjearse el doctor Avye- llaneda entre los hombres políticos de las provincias. Am- bas razones son exactas, y la segunda quedará evidenciada euando se publiquen los papeles del doctor Avellaneda ; pero necesitan ser completadas con una tercera, menos ostensible, y, por lo mismo, más fácil de pasar desaper- cibida : la casa y el salón de Avellaneda, del cual era el alma doña Carmen Nóbrega.