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visoria solución el viejo antagonismo entre las dos mitades del país, así incompletamente reunidas, quedaba siempre subsistiendo, y, como la brasa oculta bajo la ceniza, amena- zando la casa con el incendio. Mitre logró evi-

tarlo, en parte por su condición e inmenso

trado de 'a Nación no podía presidir como huésped desde casa ajená el acto que iba a tener lugar, y que sólo acep- taría la invitación en caso de que se pusiese a su dispo- sición el edificio para llenarlo como mejor le pareciera. La municipalidad manifestó que tendría mucho gusto y mucho honor en recibir en su local al presidente de la República, pero que no podía dejar de ser, ni por un momento, la dueña de su casa, mucho más cuando ya ha- bía hecho arreglos e invitaciones en ese concepto. Sarmiento agradeció entonces la invitación y excusó su asistencia; pero no podía dejar sin su merecida recom- pensa esa falta de consideración y de cortesía. Mandó construir y preparar convenientemente un gran tablado sobre la misma vía por donde debían pasar los cuerpos del ejército... Allí se instaló en el momento oportuno con su grande y correspondiente comitiva, y, fundándose en la necesidad de facilitar por todos los medios posibles el paso de las tropas por la plaza, suprimió a última hora del itinerario la cuadra de la calle Bolívar comprendida entre Rivadavia y Victoria, de manera que la municipa- lidad se quedó con su casa preparada, sus invitaciones hechas y sin desfile que preseuciar. » (MANUEL M. Zo- RRILLA, Recuerdos de un secretario, t. IL, pág. 5 y sigts.).