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tensa ciudad de fisonomía netamente cosmo- polita ha reemplazado al chato caserío del Buenos Aires de la época de Rosas, vestido de encarnado como sus propios habitantes. Los edificios coloniales, con techos de teja, han sido substituídos, en su mayor parte, por otros de uno o dos pisos, excepcionalmente de tres, y techo de azotea. Hanse empedrado o adoquinado las calles y realizado, además de estos y otros progresos edilicios, cambios importantes en los hábitos y costumbres que van quitando poco a poco a la Atenas del Plata su aspecto aldeano de edades pretéri- tas. En el orden político y moral los adelan- tos no son menores. ¡Cuánta mudanza escé- nica desde aquel alzamiento, personalmente dirigido por misia Encarnación, y llamado no sin cierta verdad, « de los restauradores », pues éstos se restauraron a lo menos en el poder, que el Héroe del desierto reasumía más adelante, empuñando férreamente, el rebenque de mando con que rigió al país hasta
