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caso, la mujer se atribuye un papel más o menos principal en la humana tragicome- dia, y, trabajando en su desempeño, solici- ta, intriga, utiliza su influjo y prestigio per- sonales, moviliza sus relaciones y parentela, esparce rumores, teje y maneja cábalas, méz- clase, en una palabra, en el tumulto de los sucesos, para dirigirlos o actuar en ellos. En el segundo caso, la ayuda de la mujer, su co- laboración en la obra del esposo, es menos directa y ostensible, lo que no quiere en mo- do alguno significar que sea menos valiosa y apreciable. Contraída, ante todo, alas aten- ciones del hogar, la esposa hace gravitar sobre sus hombros exclusivos todo el fardo de los cuidados domésticos, de las inquietu- des de la vida material, aliviando así al ocu- pado consorte de una carga por demás emba- razosa, libre de la cual la actividad de éste duplica a lo menos su rendimiento, como lo observaba con razón Wilde. Esta segunda
forma de auxilio no priva necesariamente a
