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Si hubo nunca algún matrimonio en el cual se vió realizado aquel ajuste perfecto de las almas que asegura la paz doméstica y la dicha del hogar, ese matrimonio fué el de Carmen Nóbrega y Nicolás Avellaneda. Pero la paz doméstica y la dicha de los particula- res, por respetables y deseables que sean, no interesan a la vida colectiva si no llegan a influir en su proceso. Y he aquí, precisamen- te, el motivo por el cual no puede dejar de merecer la atención de la historia social y po- lítica de nuestro país el enlace que nos ocu- pa, así como el carácter y acción de doña Car- men Nóbrega. Hemos hablado antes de leyes secretas de afinidad psicológica que parece- rían haber intervenido en la alianza en cues- tión, y, cuanto más de cerca se la examina, más inclinado se encuentra el espíritu a acep-