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tes, sobre el libertador de América, que para un trabajo en gestación pensaba comunicar a Juan María Gutiérrez, pues el instante de partir para el viaje postrero fué anunciándo- sele cada vez más, por indicios menos dudo- sos. Presintiendo ya, a comienzos de octubre, la proximidad de su fin, preocupóse en el arreglo de todos sus asuntos, así mundanos como ultraterrenos; y, al ir a prepararse para morir como cristiana, tuvo todavía una ocu- rrencia que nos la muestra tal como era: resignada y sonriente, aun ante el trance supremo, pidió a los suyos que los últimos auxilios y consuelos espirituales le fueran administrados, no por el cura de la parroquia, ya anciano y achacoso, sino por otro sacer- dote de edad menos avanzada, porque, según dijo con fina intención, « hasta para morir, era preferible entenderse con jóvenes >. Y se durmió, después, serenamente, en la paz del Señor, el sábado 23 de octubre, ocho días antes de aquel en que debía entrar en los 83
