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les en el segundo patio, y será mi quinta; y de este modo me daré el gusto de comer los domin- gos con todos mis nietos, y de lucir a mis nietas en el salón donde creció su madre.

IX

Arrendar sólo una parte del gran caserón colonial, dando a éste salida por la calle late- ral de Cuyo; reservarse, para vivir, el cuerpo delantero del edificio, con las habitaciones so- bre la calle de la Florida, con el primer patio— en cuyo centro seguía floreciendo todos los años el viejo naranjo, debajo del cual había jugado cuando niña y departido, cuando casa- da, con Liniers y Berresford, San Martín y Alvear, Pueyrredón y Bonpland, y taxitos y tantos otros personajes históricos; — hacer plantar árboles en el segundo patio, el de los esclavos, para darse la ilusión de la vida cam- pestre... convengamos, señoras, en que el