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sobre el medio intelectual americano y crí- tica de costumbres; todo ello, admirablemen- te adaptado a la idiosincracia del paciente :
¡Con cuánto gusto he visto la brillante reputa- ción que usted se ha adquirido! Ello no me ha sorprendido, porque preveí que usted sería un hombre de valer, cuando era usted un niño y nos iba a leer sus versos, todos los días, en nuestra casa de la calle del Mercadito. ¡ Cuántas cosas han pasado por nuestras cabezas, amigo mío! Y ¡qué feliz ha sido usted en pasar lejos de aquí estos años desgraciados, y poder contraerse al estudio y a cosas útiles! He devorado su libro y lo tengo sobre mi mesa. Comprendo todos los compromi- sos que usted ha tenido que arrostrar, y, no ha- biendo sido usted testigo de muchos aconteci- mientos, apruebo mucho el medio de exposición que usted ha adoptado. Es muy difícil escribir sobre nuestras cosas; pero usted ha salido del paso muy bien, y nada, a mis ojos, más digno de elogio, que su modestia. La arrogancia y la pre- sunción pierden muchas capacidades jóvenes en nuestro país. Así, permita usted a su vieja amiga que lo felicite de todo corazón. Pero no quiero
