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17 de abril de 1845, que pertenece al fondo de documentos del Museo histórico nacional. Toda el alma ardiente y apasionada por la bondad y la belleza de la señora de Mende- ville se vuelca en esa hermosa carta al hom- bre que, por su vuelo de pensador y su dedi- cación «e poeta, brillaba, entonces, como un sol, en el grupo intelectual de los emigrados, hiriendo, con los vívidos rayos de su talento, la romántica imaginación de sus contempo- ráneos. Para las mujeres ilustradas de esa época, prontas a vibrar con la nota quejum- brosa, poseía, además, el vate del Himno al dolor, el prestigio atrayente del infortunio. Nada tiene, pues, de extraño que María Sán- chez de Mendeville y Esteban Echeverría se vincularan con una de esas amistades funda- das en la afinidad de las almas y en la recí- proca simpatía, que, cuando se forman entre un hombre y una mujer, son fuente perenne de goces delicados, floreciendo y perfumando dos existencias. Así debió de nacer y de ser
