— ¿Te gusta el exterior?
— Me parece delicioso.
También el interior era delicioso, con su lujo moderno, artístico, raro; con sus balcones cubiertos de madreselva y de hiedra, y con sus chimeneas de mármol rosado. En vez de los sofás Luis XV y de los espejos Pompadour que Carlos previera con cierto espanto, la Muñeca había buscado, para alhajar las claras piezas de su discreto nido, muebles modernos, muebles estéticos, firmados por grandes artistas ingleses y franceses. En las ventanas no había cristales policromos, sino vidrios blancos de una sola pieza, velados por floridas muselinas diáfanas como pétalos de lirio. Las paredes del comedor y de la biblioteca, estaban cubiertas de finísimos tapices de Oriente, ligeros y coloreados, mientras los muros de la alcoba, del cuarto de baño y de otras varias habitaciones, desaparecían detrás de telas de seda fabricadas por Lyberty, vaporosas, desfalle-