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sa: los enormes sillones, los inmensos armarios, las mesas monumentales de una elegancia algo pesada, pero de un estilo puro y severo.

Insensiblemente, Llorede había ido familiarizándose con la noble austeridad de la vivienda de su antiguo patrón.— Las puertas esculpidas por artífices anónimos; las vastas chimeneas casi conventuales, de mármol rojo y madera envejecida; los taburetes sostenidos por macizas columnas pacientemente talladas, como pilares de catedral gótica; las vidrieras luminosas, hechas de fragmentos de vidrios multicolores, representando reales besamanos ó suntuosas procesiones; los lechos imponentes, y los demás muebles, desde las sillas cubiertas de cueros blasonados hasta los cortinajes desteñidos, todo lo que contribuía á la vetusta decoración de la casa solariega, en resumen, parecía venerable á su alma de artista.

Por otra parte, Carlos no acertaba á