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Pero ese «hombre de negocios» no es difícil de encontrarse... un notario antiguo, el notario del marqués, por ejemplo...

— Eso era lo que yo quería que Ud. me dijese: si le parecía que nuestro notario es capaz, y, en ese caso, hablar con él en mi nombre... ¿me hará Ud. ese favor, Carlos?

Al oirse llamar por su nombre, Llorede sintióse contento y humillado á la par. Esa mujer, cuyo marido acababa de morir y que le hablaba fríamente de negocios, á él, que sólo la había hablado de amor en su vida, parecíale un ser incomprensible, hecho de gracia malsana, de frialdad inquebrantable y de ligereza frívola. «Es un monstruo adorable», se dijo á sí mismo.

Liliana sintió el insulto en la mirada de Carlos. Lo sintió sin enojo, con esa resignación orgullosa de la mujer que está segura de su triunfo definitivo y que goza viéndose despreciada, por estar seguro de que, aun despreciada, aun odiada,