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XXIX


Los amigos de Robert y de Margot limpiábanse las frentes sudorosas, después del cotillón final.

Todos parecían alegres.

En un extremo de la gran sala oro y púrpura, de pie junto á una de las ventanas, una mujer permanecía inmóvil, abanicándose con una nerviosidad vertiginosa, sin tomar parte en la animación general. Esa mujer era Liliana, que pensaba en su antiguo amante y que se decía a sí misma por centésima vez:

«No vendrá... Es un hombre fuerte... No quiere volver á verme... Prefiere casarse con otra cualquiera... ¡No vendrá!...»