y recogerse enseguida conforme á los caprichos de una mujer más ligera que las ligeras de profesión?»
Liliana lo había engañado con Margot («sí, sí, á pesar de lo que creía inocentemente Robert... sí»); luego había profanado su amor entregándose al primero que pasara por la calle... Los que no habían dormido con ella, era porque no habían querido...
... «¡No iré!»
Después de haber monumentalizado su odio contra la Muñeca, tratándola mentalmente como á la más infame de las prostitutas, Carlos sintió una inquietud extraña y una extraña persistencia de su antiguo amor. ¡La había querido tanto! Pero estaba decidido á luchar contra sí mismo, á no «dejarse sufrir», á no pensar en ella.
En cuanto á ir, de ningún modo.
«¡No iría!... no, no, no; ¡no iría nunca!»