noble. «No —pensaba— no lo hará... Liliana no es tonta, y si hace de su cuerpo un sayo, es porque tiene derecho para hacerlo... Pero contribuir a que su compañera de vicio envenene para siempre la existencia de Robert, no sería una falta, sino un crimen, una burla macabra... no, no lo hará...»
Sin embargo, Robert mismo le dijo la víspera de la boda:
— No te suplico que me acompañes a la alcaldía, porque tendrías necesidad de encontrarte al lado de la Muñeca.
— ¿Has invitado a Liliana?
— Sí... la ha invitado Margarita... ya tú sabes lo mucho que se quieren.
Sin poder contener su indignación, Carlos exclamó con sarcasmo:
— ¡Vaya si se quieren!
— ¡Rencoroso! —concluyó Robert campechanamente—. ¡Tú no puedes perdonar a las mujeres un pasajero extravío de los sentidos inconscientes! Nosotros también hemos hecho mil barbaridades,