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Lujuria! Para resistir á sus tenaces embestidas, á sus reclamos de fuego y á sus ligaduras formidables, es necesario poseer el alma de Julien Sorel... y los Sorel no existen sino en las novelas! Stendhal, que fué el creador de las más fuertes encarnaciones de la voluntad, vivió siempre á la merced de mil caprichos de mujeres...»

Una cosa extrañaba mucho á Carlos, y era que Robert no le hubiese pedido que le sirviera de padrino para su boda. ¿Sería por temor de un desaire? ¿Sería porque Margot había pensado ya en servirse de la Muñeca como madrina?... Esta duda llenaba de inquietud su corazón enfermo, y la idea de que Liliana se asociase á semejante acto de inmoralidad contra Robert, le parecía inaceptable, pues, á pesar de su desprecio profundo por la vida de su antigua querida, repugnábale creerla capaz de cometer una suprema ironía, ayudando á casar á una chica depravada con un hombre leal y