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con la tristeza sensitiva, el amor con el desprecio de la carne, y la exquisitez más sutil con los más violentos instintos... ¡Si hubieras visto á Margot cuando le pregunté si quería ser mi mujer para toda la vida!... Figurábase ella que yo le ofrecía un concubinaje eterno, y al ver que se trataba de un matrimonio verdadero, echóse á llorar entre mis brazos como una chiquilla de diez años... Los besos de tal instante valen mil veces más que todos los honores que el porvenir pudiera reservarme...

Carlos recordó, con tristeza, otra ocasión en la cual su amigo le había hablado, en términos muy diferentes, del riesgo de las pasiones y de la vida de familia. «Hace tiempo —pensó— este mismo hombre me decía que abandonase á Liliana porque nosotros no debíamos tener grandes pasiones... y hoy que se trata de su propia persona, de su vida futura, de su honor y dicha personales, en vez de razonar con más juicio, razona como un