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una frecuencia verdade ramente inquietantes.

«¿Qué tendrá la pobrecilla? —preguntábase angustioso Llorede—. Ya no es tan alegre como antes.» —Y para tratar de devolverle su antigua alegría ingenua, mostrábase más rendido que nunca, redoblando sus caricias y sus galantes mimos:

— ¿Me quieres, Lili?

— Te quiero mucho, Carlos.

— ¿Con todo tu corazón?

— Con todo mi corazón...

Las palabras eran idénticas y también eran idénticos los juramentos, las preguntas, las promesas:

— ¿Serás mía toda la vida?

— Toda la vida. ¿Y tú?...

— ¡Toda la vida!

Siempre fogosa y lasciva, Liliana recorría, entre los brazos de su amante, el camino que del Deseo lleva al Espasmo, con un ardor vertiginoso; pero, abandonándose menos y exigiendo más, hubiérase dicho que no ya consideraba á Carlos