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A los veinticinco años las heridas amorosas cicatrizan pronto... y peor para los dos, ¡qué demonio!»
Llorede entró en la biblioteca cinco minutos después de Robert, y desde luego le dijo:
— Tengo un plan.
— ¿Un plan? ¿Para qué?
— Para que puedas dormir con Margot: ¿no quieres dormir con ella? Pues bien: mañana damos una fiesta; ella se emborracha, tú la acompañas a París en nuestro carruaje, y en vez de dar su dirección al cochero, le das la tuya, ¿qué te parece?
— Me parece sencillo como la Ilíada. Pero para hacer la Ilíada es preciso ser Homero, y para ejecutar con éxito tu plan, es necesario ser un buen mozo como tú. En fin, como nada se pierde...