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— ¿Qué?
—Nada; nada... ¿Acaso tengo yo derecho para pedirte cuentas de tu conducta? Con un poquito de cariño que quieras darme, seré feliz, y yo, en cambio, te daré todo mi amor. Yo soy libre... Yo no quiero á ningún hombre, y tú eres mi única amiga.
Liliana comprendió las alusiones á Carlos, y quiso hablar, sin saber lo que iba á decir; pero Margot le tapó dulcemente la boca con sus labios de niño vicioso, diciéndola:
— ¡No mientas!