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«Printemps» ó «Louvre», olvidábase de sus propias necesidades para no ocuparse sino de los caprichos de la chiquilla: «¡Oh, esos encajes! ¡Ese terciopelo, mira! ¡Qué camisas tan lindas, tan lindas!» Y, en vez de comprar las telas que á ella le hacían falta, la Muñeca compraba las transparentes camisas, los finos encajes y los suntuosos terciopelos que su amiga había admirado.

— ¿Sabes? —dijo un día Margarita á Liliana—, todo lo que hay en mi casa me lo has regalado tú, ¡hasta las sábanas! Lo que me compran los demás, se lo doy enseguida á mi portera.

Para recompensar la galantería, la Muñeca cogió á su amiguita entre los brazos y la estrechó fuertemente contra su pecho, besándola al mismo tiempo los cabellos y la nuca, como á Carlos.

— También los besos que me dan los demás —continuó diciendo Margarita— se evaporan antes de volver yo á casa, mientras los tuyos se impregnan en mi