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DE LA IMPRENTA EN FRANCIA

segun los caprichos del favor predominante, no estaba sometida á ley de ninguna especie. La Bastilla, donde eran encerrados los autores, y las hogueras en que á veces eran quemados los libros, no impidieron que en momentos de casual tolerancia Montesquieu y otros escritores mucho más osados dieran á la estampa algunos de los escritos que han ejercido mayor influencia sobre la dirección del espíritu humano.

Con respecto á la imprenta asi como á otras muchas materias, la revolución se divide en dos periodos: uno muy breve el de 89, y la Constituyente, donde en medio de ciertos estravios se proclaman grandes y útiles verdades. Otro mucho más largo, donde estas mismas sanas doctrinas se oscurecen en la práctica y se desacreditan con la más inaudita violencia. Fácil es adivinar qué especie de libertad de imprenta consentiria el régimen del terror. Si alguien hubiera osado decir á Collot d'Herbois, á Billaut-Varennes, á Saint Just, que era licito poner á la emisión libre del pensamiento algún limite prudente, como los que hoy por ejemplo se usan en Inglaterra, habria sido calificado acto continuo de girondino, feuillant, y aristócrata, é incurrido en la ira de aquellos miembros del Comité de salud pública. La libertad de imprenta de aquellos dias era ilimitada y absoluta. Pero así esta como las demás libertades y como la Constitución de Herault de Sechelles, estaba en 1793 guardada respetuosamente en una urna, y cubierta con los discretos y tupidos velos que siempre están de moda durante la dominación de los revolucionarios, y el desgraciado escritor que osaba contrariar á la fracción dominante entre los jacobinos, era condenado como sospechoso por el tribunal de Fouquier Tinville, y enviado á la guillotina. En la época del Directorio continúan reinando las doctrinas de la libertad ilimitada y de ella usaron periódicos calificados de reaccionarios, y realistas, como el Memorial, El The, y la Quotidienne, hasta el dia en que agotada la paciencia de Barras, descubierta la conspiración de Pichegrú é instigado el Directorio desde Italia por un General victorioso, en 18 de Fructidor, dia famoso de aquellos anales, decidió enviar cuarenta y tres editores, empresarios y directores de periódicos á Cayena. Algunos se salvaron por fortuna, otros fueron conducidos en una especie de jaulas de hierro á Brest, y desde allí á Synnamari, donde el rigor del clima acabó tristemente con la mitad de ellos. El Consulado y el Imperio no son épocas interesantes al tratar de libertad alguna y menos de la de la