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Y DE LAS ULTIMAS DISCUSIONES DEL CUERPO LEGISLATIVO

clamores la opinión general satisfecha y complacida con la prosperidad y los aciertos de la política imperial.

La verdad es, que ya fuera algo más adelante la opinión pública en Francia favorable ó adversa á este régimen administrativo, sobre cuyo punto cabe diversidad de pareceres, la verdad es, decimos, que no se habia expresado aun á principios de 1867 con tal unanimidad y en términos tan imperiosos que se pudiera el Gobierno considerar forzado, á menos de terribles tempestades, sin pérdida de dia ni de momento, á cambiar de rumbo político y conceder mayor amplitud á la imprenta. Diremos más, y es que ni entre los sostenedores ni entre los adversarios del Gobierno, se creia aun inmediato semejante cambio. En el Cuerpo legislativo, con el nombre de tercer partido, se habia antes reunido un grupo de Diputados que, permaneciendo fieles al sistema napoleónico, pedian que se pusiera mano á la coronación del edificio constitucional, como se ofreció en 1852 al tiempo de echar sus cimientos. Pero aun reunidos con los Diputados radicales, y con los escasos si bien ilustres representantes de los antiguos partidos, estos disidentes, después de haber merecido plácemes y aplausos por sus templados y hábiles discursos, como suele suceder se quedaron en corta minoría cuando llegó el trance decisivo de las votaciones. No es raro en la historia el ejemplo de Gobiernos que en defensa de su autoridad hayan contrariado la opinión predominante de los Congresos. Otros presurosamente se han prestado á rendir homenaje á una mayoría adversa. Pero no todos los dias ocurre el caso de ver á depositarios de la autoridad soberana cerrando sus oidos al consejo y voluntad de mayorías consecuentes y obsequiosas. Todo el mundo consideraba como espectáculo poco menos que inverosímil el de un Monarca que desoyendo la voz de sus parciales y sin que necesidad apremiante lo exigiese, deliberada y generosamente se prestara á despojarse de una parte esencial de las prerogativas que para defensa suya y de la sociedad le habían sido confiadas. Nadie esperaba por consiguiente en Francia un cambio político, y los ministros no estaban más adelantados en noticias que el resto de los mortales. En su discurso de 4 de Febrero ha confesado el mismo M. Rouher que no la tenía anticipada del suceso de que vamos á hablar. El Cuerpo legislativo y el Senado seguían prestando al Gobierno el apoyo de nutridas votaciones; los ministros del Emperador celebraban en graves discursos las excelencias del régimen administrativo aplicado