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Y DE LAS ÚLTIMAS DISCUSIONES DEL CUERPO LEGISLATIVO

rurales se mostraran propicias al nuevo régimen por su indiferencia á los intrincados problemas de la política, su afición á las leyendas bonapartistas, y su exclusiva adbesion á las ideas menos abstractas del patriotismo. Por último, estaba muy en su lugar, que el clero inducido por los nobles deberes de su elevado ministerio prestase apoyo después de tantas perturbaciones á un gobierno conservador, procurando olvidar las desavenencias del primer imperio en sus últimos dias con el Pontificado: aunque es de temer que con equivocación notable creyera posible ganar en pocos meses el terreno perdido en largos años, y dirigir por los antiguos caminos á la sociedad francesa, consternada pero no convertida aun después de los gravísimos conflictos de 1848. Por su influjo se fueron á alistar bajo las banderas de la nueva dinastía las falanjes clericales, si bien no se necesitó largo tiempo para que se convenciesen de que no siempre su voluntad habia de predominar en los consejos del nuevo imperio. Después de varias alternativas de unión, desconfianza y hostilidad, frecuentes síntomas inducen á dudar si será esta alianza sólida é indisoluble.

Estos fueron los elementos que en 1852 y años inmediatos prestaron su poderoso concurso al Emperador Napoleón, y sirvieron para componer las Asambleas dentro de las cuales aun conservan numerosísima mayoría. Faltaron del todo, ó bien entraron más tarde en corto número, y acaso por las puertas de la oposición, en razón á las circunstancias referidas que ni el Emperador ni nadie pudo remediar, los representantes de otros intereses y tendencias sociales, cuya falta bien se lia advertido en repetidas ocasiones y cuya cooperación fuera útil para dar á aquellos Cuerpos fisonomía y color más parecidos al carácter general de la culta nación que representan, y para que encontrasen mayor inclinación y facilidad los elevados y liberales designios del jefe del imperio.

La composición actual del Cuerpo legislativo y del Senado basta para explicar en esta ocasión la contrariedad de miras á que antes nos referimos. Colocados á menor altura, y exentos de la grave responsabilidad que ilumina á los que manejan el poder, no parece extraño que permanezca fiel con obstinación gran número de Diputados y Senadores á la política que dictó el decreto de 17 de Febrero de 1852, y que se consideren desairados al ver que no ha logrado su concurso estorbar que el Gobierno entre por nuevas vías, como si más bien hubiese pesado la calidad que el número de los