de la antigua izquierda ó de los centros que permanecian fieles, ó bien á aquella dinastía ó bien á las tradiciones parlamentarias. No siempre gozan los Gobiernos de la preciosa facultad de escoger sus amigos. Deciden sobre quienes han de serlo las circunstancias, y luego los afianzan los compromisos contraidos, la responsabilidad común, los servicios reciprocamente prestados, y las empresas á que todos han concurrido. Sucesos posteriores, grandes prosperidades y triunfos, la innegable moderación del Emperador, su conocida inclinación á máximas de gobierno acomodadas al espíritu de estos tiempos, ciertos actos de liberalismo espontáneo á que en Francia y fuera de ella se hizo justicia, ablandaron durante algún tiempo los ánimos, y entibiaron cuando menos las enemistades que no tenían carácter personal. Pero en los primeros días no pudieron menos de apartarse aun los más templados entre aquellos que creen difícil haya salvación para los pueblos fuera de la libertad constitucional; los que piensan que al faltar la luz de la publicidad y la discusión, bajo las tinieblas por poco duraderas que sean siempre se esconden hondos precipicios; así como los que siendo amigos ó enemigos de la democracia, entienden que solo limitada y corregida por la libertad civil puede preservarse de sus mayores vicios é inconvenientes; así como los oradores de las antiguas Asambleas, los escritores públicos, los profesores y letrados, los que acostumbran á dar empleo á su actividad en las contiendas de la política, y los que sin participar del general entusiasmo por las glorias del primer imperio, temían infundadamente según la experiencia ha demostrado, que el segundo envolviese también á la Francia en continuas guerras, y en proscripción general con nombre de ideólogos á cuantos se ilustran con el ejercicio de las letras y con el cultivo de la inteligencia. Todos ellos formaron campo separado en los primeros días, y contrajeron empeños y lazos políticos que no siempre es posible quebrantar. No hablamos de otras gentes cuya conducta política suele guiarse por absoluta y universal desconfianza de todo linaje de gobiernos.
Procediéndose por eliminación, como hemos dicho, fácil es colegir cuáles serian los elementos de que se compusieron las nuevas Asambleas. El verdadero fundamento y base del imperio fué esa inmensa mayoría de personas honradas y sensatas, á quienes la libertad no arrebata ni tampoco arredra; pero á quienes estremece y consterna el desbordamiento de la anarquía, de tal suerte que las grandes