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DE LA IMPRENTA EN FRANCIA

es que votarán á favor de la ley muchos de los que la encuentran sobrado restrictiva, y se abstendrán de votar ó votarán en contra otros que si fueran arbitros ó dueños agravarían los rigores en vez de aliviarlos ó suprimirlos. Aun provisto de esas y otras mayores severidades, aun pertrechado de esas armas, aun guarecido detrás de esas trincheras, ¿basta ó no el sistema represivo para defender la sociedad? Aun restringida por la autoridad de los tribunales, ¿ofrece ó no peligros inevitables la libertad de imprenta?

Esa fué la cuestión que dio lugar á que se adhirieran en numerosa mayoría á la oposición liberal los Diputados que votaron el artículo primero y fundamental de la ley, y esa es la que en aquel grave momento separó del Gobierno á muchos de sus más ardientes partidarios. «El sistema de represión judicial será ineficaz,» decia en nombre de estos últimos M. Granier de Cassagnac. «Si en el espacio de tres cuartos de siglo tantos jurisconsultos y hombres de Estado han visto sus esfuerzos frustrados, no ha sido por culpa de los hombres ni de las circunstancias, sino por la misma naturaleza de las cosas.» En ningún caso por consiguiente convendría emancipar á los periódicos de la tutela administrativa. Pero sí puede haber circunstancias favorables, de ninguna manera lo son las de la Francia actual en concepto del citado orador: antes por el contrario, la proclamada responsabilidad del Soberano ofrece peligroso blanco á los tiros; con haberse declarado que es la Constitución perfectible se abre la puerta á peligrosas discusiones; de la difusión de las luces entre las diversas clases de la sociedad resulta ser mayor que antes el número de lectores, y por lo tanto más vasta la superficie abierta al ataque. Es de temer que escritores imprudentes entreguen á los vientos de la ingratitud y del olvido diez y seis años de calma, de grandeza y de gloria.

De la misma manera que M. Granier de Cassagnac pensaban otros muchos Diputados de la mayoría á quienes sirvió de órgano, y no ofrece duda que la resistencia era obstinada hasta el punto de poner al Gobierno en el caso de que su resolución vacilase. Así lo declaró el ministro M. Rouher en su importantísimo discurso de aquel mismo día. «Una fracción de la mayoría, dijo en términos más extensos, ha manifestado su inquietud. Las circunstancias ofrecían alguna gravedad. Ha sido necesario someter la cuestión á los consejos del Gobierno; confieso que mi emoción era profunda y necesité calmar con la reflexión los escrúplos de mi conciencia. ¿Qué