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DE MADRID A NAPOLES

de la ciudad y por detrás de ella, se descubrían los ciclópeos estribos de los Alpes, de un verde muy oscuro, y allá... más lejos, asomaban algunas blancas cinias, como cabezas de gigantescos ancianos..., y eso que todavía no eran los colosales reyes délos montes.

Iriarte y yo convinimos en dejar para la tarde nuestra escursion al Lago, dedicando antes algunas horas á recorrer la ciudad.


Ginebra, llamada en un tiempo la Roma del calvinisimo, tiene unos cua- renta mil habitantes, de los que más de doce mil son estranjéros; pero su actividad y su bullicio hacen creer al recien llegado, que se encuentra en una capital de trescientas mil almas. Fabrica muchas cosas y comercia en todas. Es un gran centro de industria, y al mismo tiempo uno de los primeros focos del saber humano. Vése inundada de libros; tiene una gran Biblioteca pública, famosa sobre todo por los manuscritos que encierra de San Vicente Paul, de San Francisco de Sales, de Lutero, de Calvino, de Rousseau y del prior Bonivard, asi como por las preciosidades paleográficas y artísticas que conserva desde los tiempos de Carlos el Temerario; da trabajo á infinidad de imprentas, que esparcen por el mundo las obras que no pueden publicarse en los países vecinos: su Museo académico es notabilísimo por los objetos de historia natural que comprende, coleccionados por los sabios ginebrinos de Candolle, Saussure, Boissier y otros; merecen verse, en fin, el Jardin botánico, y el Museo Rath (ó de pinturas), el Arsenal, las casas de educacion , y otros muchos establecimientos públicos.

La ciudad está dividida en dos partes por el Ródano, ó para hablar más exactamente, en tres partes desiguales. Esto consiste en que, donde acaba en Lago y empieza el Río, se levanta una gran isla, cubierta de casas y enlazada por seis puentes á Ginebra la Vieja, que se asienta á la izquierda, y á Ginebra la Nueva, que antes era un pobre barrio, pero que con motivo de pasar por allí el ferro-carril, será dentro de poco lo mejor y más importante de la capital.

Más dentro del Lago, hay otra isla sumamente pequeña, unida por un puente colgante á otro puente de sillería que comunica también las dos grandes mitades de la ciudad. Esta es la llamada Isla Rousseau. Hállase plantada de árboles y sirve de paseo público. En su centro se levanta una estatua de bronce del autor del Contrato social, esculpida por Padrier, y al alrededor de la Isla corre un balcón de hierro , cuyas vistas son verdaderamente admirables... Básteos saber que desde allí se perciben las cumbres de la cadena del Mont-Blanc.

Entre éste y Ginebra se levantan otras muchas cordilleras secundarias, que ocupan un espacio de diez ó doce leguas, y que, por su mayor proximidad al que mira, tapan casi completamente al gran coloso... — Pero ¡ah! no... que la cana frente del soberano asoma al fin por detrás de todos sus subditos..., y es tan imponente la serenidad que ostenta, son tan sublimes las regiones que invade en la alta atmósfera, que no parece sino