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DE MADRID A NAPOLES
II.
GINEBRA. — UNA TARDE EN EL LAGO.


El tránsito de Francia á Suiza, ó sea el paso de la frontera, no se de-termina por ningún acto oficial.

Ni esbirros os piden el pasaporte, ni aduaneros se apoderan de vuestro equipaje... Es más: por ninguna parte veis un ejemplar de estas Variedades de la especie humana.

El tren pasa de una nación á otra sin que os deis cuenta de ello, hasta que, al llegar á la estación de Chancy, v. gr., echais de ver que en el escudo de armas que la decora campea una gran cruz blanca, en lugar del águila francesa.

— ¡Es esto ya Suiza! esclamais entonces.

— Si, señor, hace un momento que salimos<de Francia — os responden vuestros compañeros de viaje, mudando de postura, respirando de otra manera y como disponiendo su espíritu á nuevas emociones.

Al principio, el país no se diferencia en nada al que acabáis de dejar.

Los últimos pueblos franceses tienen algo de suizos, asi como los primeros pueblos suizos tienen mucho de franceses.

Lo mismo sucede en casi todas las fronteras del mundo.

Pero con todo, la imaginacion, sabedora de la transicion que acaba de verificarse, se afana por descubrir diferencias en las cosas y por convencerse y convenceros de algún modo de que ya no estáis ea un Imperio, sino en una República; de que habéis salido de un Estado Católico y entrado en otro Protestante ; de que ya vivís mas libremente, y de otros muchos fenómenos que no se pueden apreciar sino con los ojos de la erudicion, y nunca con los de la cara.

A lo menos yo, por mi parte, al ver aquella Cruz balnca, prodigada con cierto orgullo, no pude menos de decirme repetidas veces: — «Estás en Suiza...», como para despertar los ecos que estas palabras habian de producir en mi espíritu.

Y mi imaginacion, entonces, reuniendo todas las impresiones de mi vida referentes á aquella tierra, me las presentó sin orden ni concierto. — La Suiza (dijo mi memoria) es la patria de Guillermo Tell; — el país de Europa más elevado sobre el nivel del mar; — el mas pintoresco; el más grandioso ; el templo de la naturaleza, por decirlo así; — la ciudadela de Europa; — la tierra clásica del queso, de las vacas y de las casas rústicas; — la cuna de los rios; — la república patriarcal; — el refugio de los hombres libres; — la región de las nieves eternas; — una fábrica de relojes y de instrumentos matemáticos y quirúrgicos; — un criadero de filósoifos; — un vivero de dueños de pastelerías y cafés suizos establecidos en toda Europa, hasta en Granada, hasta en Málaga, hasta en Valladolid, Jiasta en Burgos; — y el pueblo que da nombre á los célebres suizos, esto