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DE MADRID A NAPOLES

descubierta, á caballo y hasta á pié; se queda, si quiere, en mitad de los caminos; almuerza en una cabana, come en un molino, duerme debajo de un árbol, con su mochila por almohada, ó en donde mejor le acomode; es el primero, al llegar á una ciudad (suponiendo que vaya en ferro-carril), que coge un coche de alquiler y elige habitacion en la fonda ó puesto en la mesa, y es el último que está espuesto á que lo roben, á que se le pierda algo ó á que lo detengan horas mortales en una aduana, tomándolo por contrabandista. — Y la perfeccion de este modo de viajar (á la que nosotros llegamos pocos dias despues) consiste en comprar ropa blanca mieva en vez de dar á lavar la sucia. — ¡En todas partes venden camisas! Aquellas que os quitáis, deben pasar inmediatamente á poder de los c riados de los hoteles, por via de propina, ó á poder de los pobres, por via de limosna. — Con el dinero y el tiempo que habéis de gastar en un punto, esperando á que os laven y planchen la ropa, teneis de sobra para ver una ciudad más, ó para recorrer en ferro-carril un reino como el de Etruria (que Dios perdone).

No menos militarmente trazamos nuestro itinerario.

Todos sabéis que entre Italia y el resto de Europa se levanta la gigante cordillera de los Alpes, siempre nevados, y solo transitables en el invierno por dos ó tres puntos.

Ahora bien: estábamos á 14 de octubre, y principiaba á hacer frió.....

Sin embargo , nosotros no éramos hombres de pasar á la vista de los más grandes montes de esta parte del mundo sin penetrar en ellos y contemplar sus maravillosos panoramas, aun á costa de los mayores peligros

Decidimos, pues, salir de Francia por la parte de Ginebra; penetrar en el corazon de los Alpes por Saboya; llegar á su gran nudo y eminente cima del Mont-Blanc, y una vez allí, saltar á Italia por donde se pudiera; por el San Bernardo ó por el Simplon, segun que estuviesen más ó menos recientemente nevados

—¡Seamos (nos dijimos) los Aníbales ó los Nápoleones del arte!


Atenidos á este plan, salimos de París á las siete de la mañana, y fuimos á dormir á Macon.

Bien podíamos haber ido á dormir á Ginebra ; pero no queríamos pasar el Monte-Jura y la frontera suiza en las tinieblas de la noche.

¡Deseábamos ver cómo se acercaban á nosotros pausada y magestuosamente las corpulentas montañas, y apreciar al mismo tiempo las circunstancias más pequeñas del tránsito de un Estado á otro!

De Macón sólo recuerdo que en el hotel en que paramos hacia frío; que el vino que roció nuestra cena era escelente; que nos acostamos muy temprano, y que pasé la noche soñando con los lagos y los montes que iba á empezar á ver al otro día.

Antes de rayar la aurora estábamos ya (con nuestros sacos en la mano) camino del ferro-carril.....