Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/79

Esta página ha sido corregida
67
DE MADRID A NAPOLES

España y de otras naciones, que ardéis en deseos de ver á vuestros compatriotas tan civilizados como los franceses. — ¡Desventurados de vos otros si no vivís la vida del espíritu, y creéis que todo está hecho en una nación desde el momento que se aumentan los goces y las comodidades corporales!¡Desventurados de vosotros sí no tenéis alma para sentir el frió de muerte que reina en Francia, y muy más desventurados aquellos franceses que la tengan!

Pero ¿cómo no habeis de tenerla todos? ¿Cómo es posible que el hombre viva solo de bienes materiales? ¿Cómo ha de ser que limite su esperanza al breve espacio de su existencia terrena? ¿Cómo no han de preocuparle los grandes misterios del nacimiento y de la muerte? ¿Cómo no han de holgar en él, aunque nade en los placeres y en las riquezas, una inmensa capacidad de mejores goces, un infinito deseo de ciencia, una inestinguible sed de justicia, y una aspiracion sin límites á perdurables hermosuras?

—¡Y bien! me replicareis. ¿Qué quieres tú? ¿Qué nos das? ¿Qué nos exiges? ¿Cuál es tu creencia? ¿Cuál es tu filosofía? ¿Qué nos aconsejas? ¿Hemos de renegar de la civilizacion? ¿Hemos de abominar de las fuerzas creadoras del entendimiento humano? ¿Hemos de anular nuestra razon? ¿Hemos de volver al absolutismo? ¿Quieres restablecer las antiguas autoridades? ¿Quieres que abdiquemos nuestra inteligencia, nuestra libertad, nuestros derechos, en manos de falaces augures, de crueles tiranos, de supersticiosas invenciones? ¿Nos hemos de arrojar de cabeza en las hogueras del Santo Oficio?

¡Oh! no. Yo no os aconsejo semejante cosa ni acaso ya es tiempo de aconsejaros nada. — Yo lamento la enfermedad , pero no conozco la medicina y, si entreveo alguna, no es de tal naturaleza que vosotros podáis aplicarla. — Yo ¡latinos! me limito ahora á negar con todas las fuerzas de mi alma las ventajas de nuestra llamada civilizacion. — Yo anuncio á gritos que vamos por un camino espantoso, y que en él fenecerán todos los pueblos que tengan la insensatez de seguirlo

Y aquí termina mi cuadro de la vida de París.