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DE MADRID A NAPOLES

á las yerbas silvestres, ni el acuerdo y la reciprocidad de beneficios con que viven en sociedad aves y hojas, reptiles y musgos, perfumes y rocíos, aurasy rumores... — ¡No! (me diré): todo esto es mentira: todo es invencion humana! Vosotros, elementos de la vida, no os conocéis ni os amáis; y acaso tú, frondoso árbol que me albergas, eres en este bosque un desterrado como yo, un estranjero solitario, un alma en pena perdida en el desierto...

El árbol trasplantado (proseguí diciéndome) es la industria, enmendando la plana la naturaleza; es la razon humana, reemplazando al quid divinum: es la falsificacion, la contre-facon de los afectos. — El árbol trasplantado es algo semejante á la corona de flores que se compra hecha en un almacén, y en la cual hitescrito el fabricante: A mi querido padre..., A mi adorado esposo... Al hijo de mi vida... A la madre de mi corazon... corona, y lamento, y amor, y lágrimas, todo producto del cálculo, pagado con vil dinero, que llevan algunos á la sepultura de sus prendas perdidas... — El árbol trasplantado es la Agencia de matrimonios, mediante la cual, y con auxilio de un prospecto, se improvisan el conocimiento, el amor, las conveniencias de los cónyuges. — El árbol trasplantado es la fama, es la opinion, es la popularidad que dispensan los periódicos, á un tanto la línea: es la legalizacion del vicio en la Ley sobre la prostitucion, que exige tributos á las sacerdotisas de Venus, les da derechos, les impone obligaciones, las acepta, las reconoce, las sanciona civilmente: es el sufragio universal erigido en ley eterna, en revelacion divina, en fundamento de verdad, origen de todo derecho, detodagerarquía, de todo poder: es la poblacion sin hogar, la familia que come en la calle, la negacion de la mesa pascual de nuestros mayores, la irreligion local por decirlo así, el ateísmo de las costumbres. — El árbol trasplantado es la profanacion de la historia; es la tradición que pierde su prestigio, es el tiempo despojado de su autoridad; es la humanidad que se desarraiga del seno de Dios...

El árbol trasplantado (exclamé por último) es el hombre, trasplantado de los cielos á la tierra.

Y al pensar así, todos los abismos de nuestra época se esclarecieron ante mi vista.


¡Oh! ¡sí!... Mirad... — Desde que los filósofos del siglo pasado predicaron en Francia el libre examen; desde que la razón del hombre fue aclamada como único criterio de verdad; desde que la fiebre del pensamiento, empeñada en discernir la esencia de todas las cosas, secó en el alma del pueblo francés las fuentes del sentimiento (y con ellas, la fe en lo sobrenatural), perdió su santa eficacia aquella sublime doctrina, base del cristianismo, que hace amable la pobreza, grato el dolor, dulce la injusticia y despreciables y de poco momento las felicidades terrenas en comparacion con las bienaventuranzas de la otra vida. Es decir, que cundieron entre las clases pobres de Francia la duda y hasta el decrei-