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DE MADRID A NAPOLES

púsculo melancólico de un dia pasado, œgri somnia... — Sueños de un mundo enfermo...

Estudiando la política del gobierno, advertí la ausencia de todo principio, de toda doctrina, de todo credo, de todo dogma. El secreto de Na- poleón es el empirismo, esto es, el experimento, el éxito; el eclecticismo en teoría y la posibilidad en la práctica.

Hé aquí un resumen de su sistema. — Ni bien ni mal abstractos: un criterio de verdad acomodaticio, supeditado á las circunstancias. — Todo aquello que es útil y cómodo es bueno: todo lo que molesta es malo. — El hombre tiene derecho á todo, pero el gobierno tiene las armas. — Cuando el derecho crea un conflicto, se le mutila... Y el comercio y la industria aplauden. — El emperador debe su poder al sufragio universal: el pueblo que lo ungió soberano puede destituirlo: pero el pueblo no escribirá ni hablará ni se reunirá para tratar del asunto. — Se persiste escribir libros enteros contra Dios; pero ni una sola linea contra el César... — Cuando se puede, se regala la libertad á manos llenas, y se convoca la representación nacional, y se dan garantías constitucionales...; pero si esto llega á no convenir, se deshace en una hora. — Existe el derecho de gentes; pero si ála Francia le acomoda, puede violarse en Roma y Nápoles. — Se proclama la no intervencion en Italia; pero Francia aumenta la guarnición de Roma. — Si los obispos y las damas legitimistas no lo estorbaran, Francia retiraría la guarnición de Roma; pero como las damas legitimistas, los obispos y hasta los Orleanes acechan este momento para derribarnos del trono, Francia es muy católica, es la nación cristianísima, es la hija mayor de la Iglesia, y debe amparar á su Santo Padre. — La libertad es una gran cosa, y debemos desear y aconsejar y exigir que los estranjeros sean libres; pero nosotros en casa tenemos que ser déspotas... — Tal es nuestra políti-. ca utilitaria, materialista, esperimental, atea...

Ni acababan aquí mis observaciones y meditaciones de aquellos cuarenta y cinco dias.

Durante ellos, había quedado estupefacto al enterarme de las grandes obras ejecutadas en París últimamente y del plan de demoliciones y construcciones que estaba ya aprobado.— Segun él, los trescientos mil obreros que se creen como derecho á trabajar, ó sea los pobres de París (sublevados hace tiempo contra la sociedad en nombre de su derecho á comer, consignado en los títulos que la naturaleza les diera al criarlos con dientes y con estómago), podrán tener paciencia algunos años más...

Había visto, en fin, y analizado detenidamente, otras muchas maravillas de la moderna Babilonia; y, como ya os he dicho dos veces, lejos de levantar mi ánimo y apaciguar mi corazon aquel espectáculo sorprendente queda tan alta idea del poder humano, sentía que una honda tris- teza se apoderaba de mi ser, y pedia á Dios con todas las fuerzas de mi amor patrio que retrasase para España labora de su completa civilizacion, si el poder y la civilizacion han de producir siempre resultados por el esilo de los que estaba contemplando en Francia.