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DE MADRID A NAPOLES

qué? ¿En nombre de qué idealismo, de qué principio ético, de qué satisfaccion de la conciencia, de qué fé religiosa, de qué afecto del alma? — No lo pude discernir... — Tal vez el lujo, la lascivia, la soberbia, la vanidad, el sibaritismo, tienen tambien su nostalgia... (nostalgia de los sentimientos del espíritu puro...) y por eso las parisienses aplauden á la Alboni en el papel de Amina. — ¡O puede que solo aplaudan la materialidad de los gorgoritos!

Un domingo habia recorrido el Sena en un bote, desde París á Bougival, y había encontrado el rio poblado de nadadores desnudos, que escitaban la admiracion de mujeres honestas y hasta de garantizadas vírgenes, por la belleza de sus formas, por su armoniosa y robusta complexión, por su magestad anatómica y artística, — todo ello considerado desde el punto de vista escultural y sin intervencion alguna del pudor, ni más ni menos que hubiera acontecido en Grecia hace dos mil años... — Baste decir que habia oído elogiar á unas señoritas el nacimiento de la barba de un hombre, la musculatura de su brazo, la colocacion de su cabeza, la traza de su pierna y el modelado de su espalda.

Habia reparado en que la regla estética á que se sujetaban los filarmónicos para estimar la música, no era ya la intuición convencional de las almas, sino la armonía imitativa, laonomatopeya, la efectividad de los sonidos... considerados como ruidos...

En la novela había encontrado una servil imitación de la realidad, la fotografía del vulgo, la prosa de la vida elevada á la categoría del romance... — El modelo se titulaba Kanny...

En el arte dramático, aun en el más burlón y descreído, habia notado una marcada tendencia á resucitarla mitología, una gran familiaridad con todo lo pagano, una singular complacencia en interesar al pliblico de hoy con las fábulas del gentilismo, abriendo asi en la historia de las costumbres un paréntesis de veinte centurias; paréntesis que comprendía toda la Era vulgar...

En las platerías, en las tiendas de bronces, en los almacenes de muebles, había echado de ver que ya no se rendía culto á la forma gótica, ni á la oriental, ni á la bizantina; sino que todas las creaciones del gusto, lo mismo las joyas que las lámparas, lo mismo los vasos y ánforas que los objetos de tocador ó de escritorio, y todos los útiles de la vida en que la moda imprime el sello del arte, eran una copia perfecta de la antigüedad romana, una reaparición, de todo lo encontrado en Pompeya y coleccionado en el Museo Borbónico de Napoles...

Por ningun lado, ni en los espectáculos, ni en los folletines, ni en las aficiones populares, ni en la pintura, ni en la escultura, encontré rastro alguno del romanticismo, recuerdos de la edad media, poesía cristiana, para decirlo de una vez. — El romanticismo fue el último resplandor de una luz que se apagaba. Las evocaciones caballerescas de 1830 á 1848 pueden considerarse como delirios de una civilizacion que perecía, como el cre-