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DE MADRID A NAPOLES


En los Museos habia tenido ocasion de elogiar el respeto y el aprecio que dispensa la Francia á los timbres de su historia, á sus grandes capita-nes, á sus artistas, á sus escritores, á todo lo suyo...

En Versalles vi salones inmensos llenos de grandes lienzos y hermosas estatuas que representaban los hechos de armas de las recientes guerras déla Argelia, de Crimea y de Italia, y á los héroes que los llevaron á cabo...

En otros lados vi la epopeya de Napoleon I, referida en grandes obras de arte..., robadas á toda Europa, á Egipto y á la Siria.

Debajo del monumental mercado que acaba de construirse, habia contemplado con asombro el depósito de agua del mar en que se mantienen vivos los pescados que hade devorar París, y los ferro-carriles subterráneos que lo abastecen de carnes, legumbres y otros comestibles... — ¡La antigua Roma se quedaba en mantillas!

En las imprentas de primer orden habia visto nacer los libros y los periódicos en tal multitud y con tanta celeridad como si los produjese un milagroso fiat... — ¡Y qué libros, y qué periódicos!

Cinco minutos después de un espantoso aguacero habia encontrado á París tan limpio, tan bello, tan brillante como una casa recien arreglada para recibir á dos novios..., quiero decir, á dos amancebados...

En las fábricas me habia sorprendido la simplificacion del trabajo, la enormidad de la produccion, la baratura de los artículos y la ferocidad anti-social de los operarios.

En los restaurants habia visto por mañana y tarde á más de la mitad de la población de París, comiendo á una misma hora, por un precio ínfimo ó por un precio fabuloso, y en menos tiempo del que se emplea en España para servir un sorbete en un café. — Diríase que en las casas particulares se habían suprimido las cocinas, el hogar, la lumbre, el fuego sagrado de la familia...

En el Hotel del Louvre habia comido regiamente en una mesa redonda de cuatrocientos cubiertos, donde se veían magnates de todas las naciones del globo...

En los Establecimientos de Bouillon habia reverenciado aquella gran caldera llena de sopa, entorno de la cual se agitan al anochecer millares de parroquianos que comen, como quien dice, mecánicamente y al pie de fábrica...

En los teatros habia asistido á comedías, dramas, óperas cómicas, vaiulevilles, bailes, ejercicios gimnásticos, juegos malabares, hechicerías, esposiciones geológicas y astronómicas, prestidigitacion, simulacros, fuegos artificiales, habilidades de fieras, danzas ecuestres y cuantos espectáculos puede escogitar la imaginación...

¡Y en todos ellos, aun en los más serios, advertí que la representacion habia de ser abundante dentro de un tiempo limitado, y que es de rigor que se baile en ella, y que este baile sea el Cancán!...

¡El Cancán... que es indescriptible; que es la alegría bestial conver-